Son de difícil prevención, entre otras cosas porque muchas son de herencia genética, pero existen factores que pueden ayudar a precipitarlas. El consumo de alcohol es uno de ellos. “En las sociedades donde se consume más alcohol, como los países del Este, la repercusión es mayor, y en España, Francia e Italia, el consumo también es alto”, asevera Oriol Franch.
Hay que desechar la idea de que el consumo esporádico de los jóvenes, el botellón dos veces por semana, no tiene repercusiones porque produce daño neuronal. Las drogas también son precipitantes de daño intelectual y en el caso de la cocaína incluso de ictus, hemorragia cerebral o crisis epilépticas. Los ambientes profesionales tóxicos o los sobre esfuerzos que requiere el deporte de élite también pueden ser detonantes de algunas patologías, explica Matías-Guiu.
Aunque de momento no existen fármacos ni suplementos nutricionales que las prevengan, los hábitos de vida saludable pueden ayudar a frenarlas. Leer y escribir, los juegos de mesa o los crucigramas estimulan actividad cerebral y los estudios también demuestran que la actividad física (andar una hora al día, montar en bici, etc.) disminuyen el deterioro intelectual. Asimismo, potenciar las relaciones sociales ayuda a disminuir el estrés, un factor facilitador de la migraña y de los fallos de la memoria si se le suma el consumo de alcohol. Debido a que sube la tensión arterial, que le va muy mal al cerebro, al igual que no dormir las horas necesarias, el colesterol o la glucosa.